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Las ´retails´ en Colombia: entre la concentración del capital y la reproducción del proletariado

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    Observatorio Sabana
  • hace 2 días
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Actualizado: hace 3 horas

Por: Sergio Charry - Observatorio Socio Territorial Bogotá-Sabana






 

El Ministerio del Trabajo inició esta semana una investigación formal contra D1, la cadena de retail low-cost que domina el mercado colombiano, por presuntas violaciones laborales. Según denuncias de sus empleados, estos serían obligados a trabajar más de doce horas diarias. Aunque podría especularse sobre si se trata de una maniobra mediática del gobierno —en un intento por recuperar f la atención en la reforma y espantar el escándalo de Rasero y su Fruver—, lo cierto es que el caso de D1 refleja un problema serio: la creciente concentración de capital en el sector retail, un eslabón clave en la reproducción de la fuerza de trabajo. En el marco de un modelo que se sustenta en la precarización y la explotación laboral, prácticas que permiten a las cadenas maximizar ganancias a costa de condiciones precarias para sus trabajadores.

 

Por ende es clave precisar como se expande la presencia del gran capital en el segmento minorista del comercio del pais, en el marco de la tercerizacion de la estructura productiva: como compite con formas de distribucion como las grandes plataforma en un escenario de empobrecimiento generalizado de la poblacion trabajadora; como viene sometiendo a los segmentos de canal tradicional (palzas de mercado, tiendas de barrios, vendedores callejeros) a partir de una competencia despiada y ubicar como la presencia de un proletariado del sector servicios facilita su desembolvimiento, al ser explotado por medio de formas de subordinación, propiciadas por las reformas laborales de los ultimos 20 años y que puede ser fortalecida por la contrarreforma que en estos momentos se aprueba en el Senado. 

 

¿Quién controla el retail en Colombia? La sombra de la concentración capitalista

 

El comercio minorista es uno de los sectores más complejos de toda la estructura productiva. En él coexisten desde grandes conglomerados empresariales y financieros transnacionales -que invierten amplias masas de capital generando altos ingresos operacionales- hasta un universo de actividades ligadas al trabajo mercantil simple, frecuentemente y de manera problemática denominado como "economía popular".

 

Este último caso incluye tenderos y vendedores ambulantes que, aunque aparentan autonomía al re vender productos aprovechando condiciones espaciales o de ingreso de los trabajadores, en realidad están completamente articulados al movimiento del capital. Los tenderos distribuyen mercancías industriales, mientras que los pequeños productores intercambian bienes que dependen de insumos capitalistas -desde harinas hasta herramientas-. Así, estas formas aparentemente "simples" de producción y circulación revelan su verdadera naturaleza: eslabones precarios pero funcionales de una cadena de valor dominada por el gran capital.

 

Este sector tan polarizado y asimétrico, ha estado experimentando profundas transformaciones en el país en los últimos tiempos, caracterizadas particularmente, por un proceso de centralización de dichas actividades en grandes capitales. El ingreso de compañías extranjeras, la tendencia de estas hacia una mayor concentración del mercado y la aplicación de nuevas tecnologías al comercio minorista, hace parte de una tendencia iniciada en el centro del capitalismo luego de la Segunda Guerra Mundial, que llega en las dos últimas décadas a América latina y Colombia.

 

Esto se caracteriza por el cambio de canales en la cadena de suministros, o sea, la forma en que se llevan los productos desde el fabricante hasta las familias. En el caso del país, cuyo comercio minorista estaba concentrado principalmente en el canal tradicional , ocurre un paulatino traslado al canal moderno , generando una profunda transformación en la forma como se gestiona esta actividad.  

 

La persistencia de formas mercantiles simples en las condiciones generales de reproducción, sobre todo de la fuerza de trabajo, llevaron a que los almacenes y las tiendas de barrio manejen la mayor proporción de ventas de consumo masivo en el país. Los cambios acelerados y agresivos introducidos por el canal moderno, hacen que los minoristas tradicionales compitan por ganar mayor participación o desaparezcan.

 

En el país, la estructura del comercio minorista estuvo históricamente dominada por los canales tradicionales, que hasta bien entrada la década de los dos mil mantuvieron su hegemonía en la estructura. El gráfico 1, elaborado por Euromonitor, hace un comparativo entre los tipos de canales y su participación porcentual para siete países latinoamericanos en una serie de cinco años (2006 -2011). Se observan entonces dos grupos de países, los que tienen una tendencia al predominio de los canales modernos (Chile, México y Brasil) frente a los que aún tienen un gran porcentaje de canales tradicionales(Argentina, Colombia, Perú y Bolivia).

 

Así mismo el gráfico se ubica en el eje de la derecha, la variación del crecimiento del canal moderno de 2006 a 2011, presentándose dinámicas muy dicientes sobre el consumo y la inversión: alto crecimiento en Chile, México, Perú y Bolivia; una mediana variación para el caso de Argentina y bajo incremento en el canal moderno para esos años, en Brasil y particularmente Colombia. 

 



Gráfico 1 . Participación de las ventas por canal

Fuente: Euromonitor  (2012)

 

A partir del 2011, el canal moderno va experimentar un crecimiento a causa del ingreso masivo de inversiones extranjeras al país luego de la crisis de 1999. La presencia de las empresas multinacionales de la venta minorista, que, decididas a copar el creciente consumo final de los hogares colombianos, no dudaron en hacer grandes inversiones. A mediados de la década de los noventa ingresaron la holandesa Makro en 1994, las francesas Carrefour y Casino, a través de Almacenes Éxito en 1998; en 1999 la chilena Sodimac a través de HomeCenter.

 

El periodo 2005-2012 marcó una nueva fase en la internacionalización del retail colombiano: la española Mango ingresó en 2005, seguida por la chilena Falabella (2006), Zara de España (2007), Topitop de Perú (2008) y la estadounidense PriceSmart (2011). Este proceso culminó en 2012 con la ambiciosa entrada del grupo portugués Jerónimo Martins (cadena ARA), que invirtió 600 millones de dólares para abrir 500 tiendas en tres años, desatando una guerra comercial directa con el gigante local Éxito.

 

Este auge inversor -visible en la Gráfica 2 a través del paralelismo entre la Formación Bruta de Capital y el consumo de hogares desde 1999- alcanzó su punto álgido post-2019, cuando ambas curvas mostraron una relación directa que explica el acelerado crecimiento del canal moderno. Este fenómeno confirma que la expansión del retail transnacional respondió a una estrategia calculada de captura de mercado, no a un incremento orgánico de la demanda.





Gráfico 2 . Gasto de consumo final de los hogares y Formación bruta de capital (% del crecimiento anual)

Fuente: Banco Mundial (2024)

 

En una vista panorámica del sector, si bien la penetración del canal moderno es inevitable y viene creciendo a lo largo de los últimos años, la participación del tradicional se mantiene, dado que es vital para la reproducción de la mano de obra y por ende de la disminución de su precio. Investigaciones realizadas por el Banco BBVA han mostrado que el 74% de los colombianos que viven con ingresos menores a US$370 mensuales realizan sus compras exclusivamente en tiendas de barrios. Por otro lado, únicamente el 6% de la población frecuenta los canales modernos de forma exclusiva, y el resto utilizan una mezcla de ambos canales (Palacios, 2013).

 

El canal tradicional:  actividad precarizada, clave en el proceso de reproducción y en vía de extinción.

 

En el siguiente diagrama, se establece la estructuración del comercio en el país, su división en mayoristas y minoristas, además de como este último, se divide en los dos canales, tradicional y moderno.  Principalmente se presentan datos sobre la participación de cada segmento en el PIB. El comercio participa con el 7,7% incluyendo hotelería, turismo y reparaciones, si se excluyen estos sectores, la participación total del mismo es del 4,5%. Continuando, su rama al por mayor alcanza el 3%, la de las ventas al por menor alcanza un 1,5% y de esta última el canal moderno, tiene una participación del 1%. Debido a la informalidad de varias actividades, el canal tradicional es difícil de describir estadísticamente.




Diagrama 1.  El nuevo comercio minorista en Colombia. Fuente: Fedesarrollo.  Elaboración: Propia.

 

Si bien los precios de las tiendas de barrio no son necesariamente más bajos, que los precios de los supermercados, como venden cantidades más pequeñas de artículos esenciales, el costo de las compras encajaría en los “diarios” de los trabajadores de bajos ingresos. En el país existen unas 270.000 tiendas de dicha categoría en los 100 principales municipios de Colombia (Fenaltiendas, 2019), con ventas semanales promedio de alrededor de un millón cuatrocientos mil pesos. El sector minorista en el que operan estas tiendas es principalmente informal, el 55% de la fuerza laboral no paga las contribuciones obligatorias a la seguridad social, y el 83% de las empresas no están legalmente registradas.

 

Además, un fenómeno clave en la economía colombiana —vinculado a las dinámicas del canal tradicional— es que el 50% de la población ocupada son trabajadores por cuenta propia, mientras que datos del DANE revelan que en abril de 2025, tres de cada cuatro nuevos empleos creados frente al año anterior correspondieron a personas que trabajan por cuenta propia.. Estas formas de producción, aunque aparentemente autónomas, operan en una relación de dependencia estructural con el capitalismo: su reproducción está ligada a bienes industriales (insumos, herramientas) y a nichos de mercado marginales que permiten su subsistencia, sin alterar la lógica dominante de acumulación.

 

De esa manera, aunque son “independientes”, el trabajador cuenta propia termina en la práctica y bajo formas precarias, trabajando al servicio de un capitalista que desarrolla relaciones de dominación, mediante por el ejemplo el crédito, legal o ilegal (gota gota), para garantizar, entre otras cosas, el suministro de la unidad comercial, también mediante la  manipulación de los precios debido a su poder dominante como mayorista o minorista,  o a través de  restricciones o limitaciones a la venta de sus productos, por medio de figuras como la distribución exclusiva.

 

Estos cuentapropistas están articulados con capitalistas mayores y terminan siendo una especie de trabajadores asalariados disfrazados. En específico los tenderos, vendedores callejeros (ambulantes o estacionarios) re venden productos de las empresas capitalistas, incluso de las más grandes y forman parte de la fase comercial del capital, pero en condiciones muy precarias. Básicamente son sometidos a una subsunción formal por parte de los capitales que manejan el comercio mayorista (Maldonado Copello, 2018).

 

El Retail low cost, el copamiento del mercado y el control estratégico de la reproducción de la fuerza de trabajo.

 

Por último, la tendencia de ingreso del gran capital al sector minoristas se puede identificar en dos etapas, la primera que va de mediados de los noventas al 2013, donde la inversión extranjera mostró  especial interés en el sector de superficies de comercio minorista en Colombia, teniendo en cuenta el comportamiento dinámico de este sector y las crecientes tendencias de consumo. Acá fue la década de oro de Makro,Carrefour luego Cencosud y Grupo Casino (Éxito), donde lideraron el sector y centralizaron buena cantidad de este mercado, posterior a esto se viene la decadencia y la llegada de un competidor más dinámico, los retail low cost o hard discount[1]

 

Las tiendas de bajo costo o descuento duro se popularizaron en el país a partir de 2010, hoy vienen escalando en su presencia en el marco del sector minorista, ganando posición respecto a las grandes superficies, pero sobre todo desterrando al canal tradicional, ya se encuentran en 408 de los 1,103 municipios del país.

 

Según la empresa de inteligencia de mercado LookApp en un sondeo hecho en 2023, el 63% de los colombianos prefiere mercar en tiendas D1, el 47% en Ara y el 37% en tiendas de barrio. Con respecto a la frecuencia de compra el mismo estudio arroja que el 30% de los encuestados mercan diariamente, el 26% cada 8 días, el 28% compra quincenal y el 16% lo hace mensualmente (La nota Económica, 2024).

 

Esta penetración en el mercado de la tienda de bajo costo, se ha debido a un elemento central que desde 2009 aparecía en ciudades como Bogotá, el auge de la inflación y el desempleo, por ende los trabajadores le han apostado a estas tiendas que se abrieron campo en los sectores populares, llegando a lugares donde nunca se acercaron las plataformas (barrios y municipios). Además la convencionalidad de medio de pago, el 90% prefiere pagar en efectivo las compras de víveres y alimentos y del 10% que  paga con medios digitales, el preferido es Nequi con un 56%, hicieron muy versátil su acceso a las tiendas.

 

Esta clase de modelo de negocio consiste en ofrecer un producto o servicio a un precio competitivo, gracias a cadenas de distribución eficientes basadas en un portafolio limitado de bienes, baja inversión en publicidad, exhibición de productos en su propias cajas y personal más reducido. Esto último es la clave por lo cual los minoristas low cost, han podido ganar a su competidores, las grandes superficies y han venido destronando a las tiendas de barrio en la preferencia del sector.

 

La disminución en el costo de sus operaciones por cuenta de la explotación intensiva de la fuerza de trabajo, que opera bajo la figura de multifuncionalidad (aseo, administración, surtido, caja, seguridad y almacenamiento)-básicamente cada trabajador debe cumplir con todas las tareas y funciones que requiere la tienda, su principal objetivo es el movimiento rapido de inventarios. En conjunto estas tiendas emplean a unos 26 mil trabajadores en toda Colombia, número que va en aumento, en la medida que la flexibilidad laboral avanza y por ende los costos de trabajo disminuyen, garantizando que las empresas de este tipo puedan expandir sus operaciones, a costa, también, del desplazamiento del trabajo realizado por las familias en las tiendas de barrio.

 

De esta manera las tiendas low cost permiten el aumento del número de trabajadores formales en el país, según un estudio publicado en los documentos de trabajo sobre economía regional y urbana del Banco de la República, hay un aumento del empleo formal de alrededor de 1,7 pp utilizando registros administrativos y 2,9 pp utilizando datos de encuestas. Así mismo, ha tenido un efecto negativo en las tiendas de barrio, donde ha sabido reducir los ingresos de los cuentapropistas que operan estas pequeñas unidades comerciales. Impulsando su proletarización o entrada al ejército de reserva. Además deja claro, que la cantidad de horas trabajadas aumenta en el sector, tanto en el formal como el informal (Delgado­ et al., 2024,).

 

Desde la cuarentena estas tiendas han tenido un crecimiento del 7% anual, según una muestra hecha por la consultora Kantar para Colombia, dos de cada 10 nuevos compradores de Low cost provenían de grandes superficies, así como tres venían de hacer sus mercados en tiendas de barrio. De esta manera a la fecha las tiendas como D1, Ara o Isimo, manejan el 25% de las ventas minoristas, lo que además ha dejado al canal moderno con la mitad del sector.

 

Una coyuntura clave.

 

Actualmente, el debate que abre el gobierno respecto a la reforma laboral, alerta a estos sectores de la gran burguesia, que han venido creciendo a expensas del trabajo formal pero precarizado que ofrece el mercado laboral colombiano. El sector servicios viene ampliandose en la medida que ve un mercado de consumo que copar, en medio de una sociedad que se empobrece, pero que necesita aun de condiciones generales para su reproducción.

 

La forma de operar el low cost (D1, Ara, OXXO) evidencia los efectos de la contratación aplicada en las reformas laborales del 2002 y 2013: jornadas extendidas disfrazadas de "flexibilidad", salarios por rendimiento que encubren sobreexplotación (ej.: bonos por surtido rápido), y rotación laboral mayor al 65% anual que impide organización sindical. Estas prácticas, ya normalizadas en el sector y otras ramas, son las que impiden se promueva la reforma de Petro, pero que celebran los articulos aprobados por la Comision cuarta del Senado que profundizará la precarizaacion al garantizar medida como el empleo parcial (art37) que, opera el pago por horas como modalidad legal de contratación y Unidad de Trabajo Especial (Artículo 38). Esta ultima permitirá contratar por debajo del salario mínimo, lo que abre la puerta a más formas de subempleo, sobre todo en sectores vulnerables.

 

El retail no solo cumple una función mercantil (25% del PIB comercial), sino que se ha convertido en un mecanismo clave para la reproducción del capitalismo dependiente. Por un lado, garantiza la circulación masiva de mercancías básicas para el sostenimiento de la fuerza de trabajo empobrecida, ejerciendo el control sobre la soberanía alimentaria del país, distribuyendo productos de primera necesidad y dominando su oferta mediante proveedores exclusivos para sus marcas propias —muchas de ellas producidas por pequeñas empresas que, al quedar subsumidas en los canales de distribución del capital, pierden autonomía.

 

Por otro, acelera la destrucción del canal tradicional -según Fenaltiendas, el 25% de los pequeños comercios desaparecerá en tres años-. Promoiendo nuevo ciclos de proletarizacion, que aumenta la poblacion sobrante.  Este doble movimiento consolida el dominio del capital,control estratégico de los circuitos de distribución, (2) disciplinamiento laboral mediante rotación forzosa (65% anual) y flexibilidad precarizadora, y (3) drenaje sistemático de valor desde los eslabones informales (58% del sector) hacia las grandes corporaciones.

 

Los debates gubernamentales solo exhiben lo que el capitalismo colombiano nunca ocultó: la brutal explotación laboral versus las ganancias burguesas. Pero tras el espectáculo político hacia 2026, persiste una verdad cruda: sin organización obrera capaz de desafiar el orden, los trabajadores seguirán intercambiando dignidad por supervivencia, mientras el capital consolida su dominio. Las denuncias sin movilización son solo eco en una cámara vacía.



[1] Estas se caracterizan por tener un surtido limitado, política constante de bajos precios, control sistemático de costos y oferta de marcas propias.

 
 
 

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