
Conflictos y tendencias de la proletarización en el nuevo siglo.
- Observatorio Sabana
- hace 10 horas
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Sandra Y. García Herrera
Observatorio Socio territorial Bogotá-Sabana.
Como hemos visto a lo largo de este cuaderno de estudio, si bien el proceso de
proletarización ha pasado por diferentes momentos, su característica ha sido la supe-
rexplotación, el empobrecimiento y el despojo. Las urbes colombianas hoy siguen cre-
ciendo sobre estos elementos. Sin embargo, también hemos visto la capacidad de lucha
y resistencia popular en los diferentes periodos de la historia colombiana del siglo XX
y lo que va del XXI, evidenciando la naturaleza caótica y depredadora del capitalismo y
la inviabilidad de un país dependiente.
En este panorama identificamos cinco núcleos problemáticos que viven los sectores
populares en la formación social colombiana y que pueden orientar las luchas populares
en las urbes de nuestro país:
1. El desempleo estructural, conlleva a las graves e inhumanas condiciones de tra-
bajo, en donde la ley de la superexplotación deteriora la vida y relaciones sociales de los
sectores populares, especialmente en el sector servicios que es la actividad económica a
la que se han orientados las ciudades colombianas. Esta tendencia, junto al crecimiento
desmedido de las ciudades, impide un crecimiento integral, equilibrado y participativo,
como se pretende mostrar en los planes de desarrollo y de ordenamiento territorial.
2. La concentración de riqueza en las ciudades, especialmente las más grandes, ex-
presada en la ocupación clasista del territorio urbano, han derivado en la acentuación
de las condiciones de hábitat y bienes de consumo colectivo de la mayor parte de la po-
blación aglomerada en los terrenos más erosionados, riesgosos y contaminados, aten-
tando contra la vida de la población más humilde y trabajadora y constituyéndose en
problemas ambientales para la ciudad misma.
3. El creciente costo de vida y el negocio que han hecho los conglomerados econó-
micos con las necesidades básicas de la población. La política de salud es una infamia
contra la clase trabajadora, en donde se obliga a los trabajadores a pagar las prestaciones
sociales equivalente al 29% del salario mínimo (aun cuando ni si quiera tienen salario),cuando la prestación del servicio de salud es de pésima calidad y es cada vez más dificil
acceder a la pensión.
4. Las estructuras paramilitares han logrado penetrar en las ciudades a través de
las periferias, en donde se asientan, controlando la vida cotidiana de los barrios; sem-
brando el terror y desconfianza entre los habitantes, rompen con cualquier intento de
trabajo y organización comunitaria e imponen dinámicas que degradan los imaginarios
y valores especialmente en niños, niñas y jóvenes, quienes ven mayores posibilidades de
sobrevivir ejerciendo actividades delictivas que estudiando o participando en procesos
comunitarios.
5. El empobrecimiento cultural y la alienación ante la precaria calidad de la educa-
ción pública (e incluso privada), los pocos espacios de cualificación cultural (bibliotecas,
escuelas deportivas y artísticas), y las cada vez menores posibilidades de acceder a la
educación universitaria; espacios suplidos por las redes sociales y la televisión mono-
polizada por canales con contenidos superficiales que invitan al consumismo, la in-
dividualización, el pragmatismo y la sedentarización. Este es un elemento estructural
en la dependencia y atraso del país por el escaso presupuesto que el Estado destina a
Educación, Ciencia y Tecnología; recientemente el gobierno en su ajuste presupuestal
redujo aún más el presupuesto para COLCIENCIAS.
Estos elementos problemáticos no deben provocar una visión caótica de lo urbano,
si es caótico es para el capitalismo que como sistema social tambalea. Deben provocar
la organización y articulación táctica y estratégica de la base social, la creación de es-
pacios para la concientización de las bases populares y su reconocimiento como sujeto
colectivo e histórico, la denuncia cada vez más activa de la omisión del Estado en la
protección social y los derechos humanos, la motivación del liderazgo y la participación
social que no se restringe a los ámbitos institucionales, los procesos de autogestión y la
cualificación de fuerzas productivas y transformadores, la potencialización del saber y
diversidad de las clases populares en el reconocimiento de lo que nos une. Todas estas
formas, propuestas y apuestas que sigue emprendiendo el proletariado en la tarea pro-
longada y permanente de la organización popular, como forma de seguir abonando el
terreno de la revolución social.
Las luchas populares tienen un largo trayecto en la formación social colombiana
que supera los últimos dos siglos. Sin embargo, es en el nacimiento y configuración
del capitalismo en nuestro país, en donde se debe hacer un análisis concreto del mo-
vimiento popular encarnado por campesinos e indígenas despojados y la formación
del proletariado; esto en el marco de la división internacional del trabajo y por ende de la condición de dependencia y lógica de superexplotación a las masas trabajadoras,
tanto en el campo como la ciudad.
El crecimiento económico del país se expresa en
las cifras e indicadores maniobradas por gobierno y empresarios, pero en realidad hay
miseria, hambre, enfermedad y despojo; además es un crecimiento insostenible cuando
se revierte y extranjeriza la estructura productiva del país y se exonera de impuestos a
las empresas saqueadoras de los recursos naturales y/o sobreexplotadoras de mano de
obra, máxime cuando el aumento de la productividad no es por desarrollo o implemen-
tación de maquinaria y tecnología, sino sobre la intensificación de la explotación de la
fuerza de trabajo.
Los epicentros de las luchas populares han oscilado entre los enclaves imperialistas,
las regiones productivas agrarias, las empresas y los centros de aglomeración de los
desposeídos, en la formación capitalista colombiana.
Epicentros que han escuchado
las aguerridas voces de campesinos, indígenas y proletarios, y por los que ha pasado el
terror en nombre del enriquecimiento del hacendado y el burgués. En ello, el escenario
urbano ha sido dinámico y ha aportado en los diferentes periodos a la configuración
del movimiento popular, fecundado en gran medida por el vigor campesino e indígena,
nutrido por las experiencias del proletariado en la historia mundial y propia, y cocinado
por las contradicciones propias del régimen de acumulación capitalista en sus diferentes
expresiones conservadoras, liberales, socialdemócratas y pragmáticas, pero todas al fin y
al cabo arrodilladas al proyecto imperialista de los Estados Unidos.
En el nuevo siglo, vuelven a ser las organizaciones en las regiones alejadas del centro
del país quienes protagonizan la lucha popular en donde logran articularse campesinos,
indígenas, mujeres y pobladores; también aparece el elemento de los enclaves trans-
nacionales para la explotación de medios naturales de vida (agua, petróleo, carbón y
oro principalmente) que desatan fuertes luchas lideradas por campesinos e indígenas
en defensa de su trabajo y territorio; y rebrotan las luchas de los trabajadores especial-
mente de la agroindustria (caña y flores). Entre tanto, en las principales ciudades las
luchas de los trabajadores asalariados se han reducido, especialmente los industriales;
el movimiento popular se visibiliza más por parte del magisterio, madres sustitutas,
estudiantes de universidad pública y trabajadores de la salud, por un lado, y por otro
aparecen reivindicaciones como las ambientales, por diversidad de género y derechos
democráticos y humanos.
Referirnos al movimiento popular es remitirnos a la clase social conformada por
los desposeídos y explotados en la relación del capital; reconociendo que la principal
contradicción es la de capital – trabajo, no hablamos solamente de los asalariados que
en países como el nuestro es mínima respecto de la población sin medios de produc-
ción, hablamos del trabajo sobreexplotado en el campo, en el hogar, en la fábrica, en el restaurante y en la calle; hoy como hace un siglo los trabajadores en su mayoría no
han podido lograr las tres ocho (8 horas de trabajo, 8 horas de descanso y 8 horas de
cualificación); en trabajos “formales” como “informales” las jornadas laborales llegan
nuevamente a ser hasta de 16 horas, el modelo maquilador en las zonas francas enferma
y rebaja aún más las condiciones laborales.
Si bien el reconocimiento como clase social permite hacer una lectura profunda de
la sociedad colombiana e identificar los elementos comunes de las luchas populares,
es importante registrar las luchas particulares de los sectores sociales en las diferentes
regiones y principales ciudades del país. Han sido las regiones más alejadas del centro
del capital, quienes hoy demuestran a la izquierda y el movimiento social, cómo se en-
cauzan las contradicciones del capital y se expresa la unión, fuerza y dignidad, quizás
porque allí el arribismo social no ha podido fragmentar el tejido popular pese al perma-
nente hostigamiento militar y paramilitar.
Es un momento para vigorizar las luchas sectoriales y fortalecer las condiciones
subjetivas ante la crisis económica que nuevamente se expresa en el país, mientras se
sigue edificando un proyecto popular de nación que desarrolle sus fuerzas productivas
de manera autónoma, que honre a su madre -la naturaleza- propendiendo por la pro-
tección de los medios naturales de vida y que honre a su padre dignificando el trabajo
humano para las amplias y diversas personas que componen nuestro país.
Texto tomado de la serie: Cuadernillos Ciudad, Trabajo y Bienes de Consumo Colectivo. Asociación Red Itoco. 2017.
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