
El problema del enfoque en la lectura de ciudad.
- Observatorio Sabana
- hace 1 día
- 5 Min. de lectura
Sergio Leonardo Herrera Charry
Observatorio Socio territorial.
La ciudad: el excedente y las relaciones de clase.
Desde que la humanidad empezó a tener conciencia en sí misma y del mundo que
la rodea, se precipitaron una serie de transformaciones en la humanidad y el mundo.
Cambiaron las relaciones sociales y la relaciones sociedad – naturaleza tras la aparición
de clases sociales, entendidas éstas como una manera de estratificación social en la
cual unos individuos comparten una función o característica de forma común que los
enlaza social y económicamente, ya sea por su condición productiva o social, el poder
económico o por la posición dentro de la conducción en una organización destinada a
un fin en particular.
Estos vínculos pueden ser generados por intereses u objetivos que se consideren
comunes y que refuercen la solidaridad interpersonal. La formación de un sistema de
clases es dependiente de la condición de que sus funciones sociales sean, independien-
temente de la existencia de una vinculación orgánica, mutuamente dependientes a un
marco social mayor.
Las clases sociales en la historia.
La existencia de las clases se halla vinculada tan sólo a determinados períodos en
el desarrollo de la producción social. El origen de las clases está condicionado por el
desarrollo de la división social del trabajo (división del trabajo) y el surgimiento de la
propiedad privada sobre los medios de producción. En cada sociedad de clases, junto
a las fundamentales –amos y esclavos en la sociedad esclavista, señores y siervos bajo
el feudalismo, capitalistas y proletariado en la sociedad burguesa, existen también otras,
secundarias; estas últimas, están ligadas o bien a la conservación de los restos del viejo
modo de producción (en la sociedad burguesa, el campesinado, por ejemplo) o bien
al nacimiento del modo de producción nuevo (la clase burguesa que se forma en las
entrañas del feudalismo).
Las clases surgieron en el período de la descomposición del régimen de la comu-
nidad primitiva como consecuencia de que se desarrollaron las fuerzas productivas y
aparecieron la división social del trabajo, la propiedad privada sobre los medios de pro-
ducción y la explotación del hombre por el hombre. La existencia de las clases se halla
vinculada tan sólo a determinados períodos en el desarrollo de la producción social. El
origen de las clases está condicionado por el desarrollo de la división social del trabajo
y el surgimiento de la propiedad privada sobre los medios de producción.
Esta propiedad privada pudo acumularse en la medida que se realizó trabajo exce-
dente y se consolidó un proceso de acumulación originaria que le permitió a ciertos
individuos de las diferentes sociedades, hacerse con el control de la producción en su
conjunto y por ende del control social, político y religioso.
La posibilidad de la obtención del excedente económico se presenta cuando en
el proceso de producción se crea un producto material que supera lo necesario, para
garantizar la reproducción de los denominados productores directos. Esta posibilidad
no depende de que se lleve a cabo un proceso de optimización y mejora en la producti-
vidad, que es un principio económico reciente de las sociedades capitalistas y socialistas.
De todas formas, un excedente económico importante existe desde hace varios miles de
años, concretamente desde la revolución neolítica.
Sin embargo, no siempre el excedente fue apropiado por las clases dominantes de
cada periodo, puesto que puede ser distribuido entre los mismos productores directos.
Un excedente existe por el simple hecho de que el producto elaborado es mayor que el
necesario para la reproducción de los productores; y es apenas desde hace aproximada-
mente unos 5.000 años, que aparecen los primeros grupos sociales que se apropian del
excedente producido por las clases productoras. De hecho, las primeras civilizaciones
emergen sobre la base de esta apropiación del excedente dándole un uso en actividades
que incrementan la productividad del trabajo.
La división social del trabajo no es la causa de estas relaciones sociales particulares.
Sin embargo, el desarrollo de éstas pasa por el desarrollo productivo que impulsa la di-
visión social del trabajo, que es el ámbito de materializaciones de las relaciones sociales
y donde se impone la reproducción de la vida material como la última instancia de toda
la vida humana. Tales normas terminan por configurar un mundo mítico que sustenta,
en términos colectivos, el propio sistema de la división social del trabajo. También,
ese mundo mítico solamente se puede sostener si sostiene la división social del trabajo
existente y si la consigue mantener.
El excedente en el proceso de concentración espacial.
Si el excedente es apropiado por los propios productores, ellos pueden cumplir con
las tareas de organización social de la sociedad en materias como la administración, la
defensa, la educación, la salud e incluso la religión, con un grado de especialización
bajo en esas tareas. Una mayor especialización de la división social del trabajo, sólo es
posible cuando los grupos sociales que se apropian del excedente se transforman en
clases dominantes. Desde entonces se provoca una división del trabajo: entre trabajo
material (los que hacen) y trabajo conceptual (los que dirigen).
Al lado de la producción material se manifiesta ahora la producción de servicios,
vinculada al proceso de concentración de la primera, que espacialmente se manifiesta en
los primeros centros poblados y al poder de apropiación del excedente de la producción
material. Este poder de apropiación del excedente se da con acento represivo y termina
por erigirse en medio de las grandes obras monumentales que comenzó a concebir la
humanidad, por el hecho de que ahora el trabajador produce mucho más de lo que
recibe como remuneración por su esfuerzo.
En correspondencia con la apropiación del excedente de la producción material
por un grupo social, se desarrollan las nuevas producciones de servicios. Estos ser-
vicios son sumamente diversos y se van diversificando con el propio desarrollo de la
producción material. Además, pronto se transforman en condición de posibilidad de
la producción material misma, ya que permiten el desarrollo de la productividad del
trabajo material directo y el surgimiento de las primeras grandes civilizaciones humanas,
con sociedades estructuradas en clases y el nacimiento de los Estados. Se puede incluir
en este desarrollo a las primeras grandes obras de riego, el nacimiento de la ciencia, del
arte, de la filosofía, pero también, de un nuevo poder represivo capaz de organizar estas
grandes sociedades e imperios y sus luchas de conquista.
La ciudad: entre el excedente y la lucha de clases.
Si bien las relaciones sociales fueron mutando en la complejidad y dimensiones que
se acabó de relatar, el hábitat de la humanidad consolidó importantes transformaciones
que fueron trasladando al homo sapiens, de vivir en las cavernas naturales, a producir
viviendas y edificios cada vez más concentrados entre sí. Inicia entonces un proceso
social que consolida el fenómeno y espacio urbano. Dos milenios luego de la revolu-
ción neolítica aparecen las primeras ciudades del neolítico como la Ur de Mesopotamia
y Egipto, que, con sus viviendas, infraestructuras, equipamientos y edificios produc-
tivos, consolidan la ciudad.
La obra más monumental y antigua conocida como el templo de Gobekly Tepe en
el sur de la península de anatolia es un buen ejemplo de lo anterior, pues, construida
siete milenios antes que la pirámide de Guiza, consolidó un paradigma que expresó las
condiciones de clase de la época. Más allá de su valor cultural y arquitectónico, interesa
identificar que su construcción necesitó de la aglomeración de un número significativo
de trabajadores que elevaron pilares de piedra caliza de 16 toneladas sin contar con
ruedas y bestias de carga.
Estos edificios a pesar de estar atados a relaciones mágico-religiosas consolidaron
junto con la agricultura, surgida casi al mismo tiempo, un mecanismo que permitió la consolidación de excedente de las cosechas y animales, que se fueron acumulando y
quedando en la disposición de sumos sacerdotes, jefes políticos y militares que como
administradores de estos servicios fueron consolidándose como las clases dominantes.
Este texto se toma de un ensayo más amplio sobre el problema urbano y el desarrollo capitalista en la formación social latinoamericana. En: Cuadernillos: Ciudad, Trabajo y Bienes de Consumo Colectivo. Asociación Red Itoco 2017.
Comentarios